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¿Cómo se puede responder al bullying?

El acoso en la escuela empieza a gestarse al final de la primaria pero las huellas que genera perduran durante años y se guardan como un pesado secreto

La superación de los casos de bullying requiere la colaboración de la escuela y del resto de padres (Getty - Getty)

La experiencia de haber sido objeto de bullying tiene siempre un carácter traumático. Sus huellas, particulares para cada uno, permanecen durante años y muchas veces custodiadas como un pesado secreto.

El bullying empieza a gestarse al final de la primaria pero surge con fuerza en la adolescencia cuando ellas y ellos olvidan sus juguetes infantiles para vérselas con una nueva pareja: su cuerpo sexualizado.

Habitar ese cuerpo les produce extrañeza y los inquieta porque no saben muy bien qué hacer con él, cómo interpretar sus nuevos signos. Tratan por ello de manipularlo para calmarlo: se tatúan, se ponen piercings, a veces se hacen cortes, se tunean el pelo y el cuerpo según la moda. También se musculan, se adelgazan, se medican y experimentan con drogas y sexo.

Un chivo expiatorio

Es en este impasse, a veces muy complicado, donde la tentación de manipular el cuerpo del otro bajo formas diversas -ninguneo, agresión, exclusión, injuria...- permite a los adolescentes poner a resguardo el suyo. Para eso hay que designar un chivo expiatorio y golpear y destruir esa diferencia que se le imputa a la víctima.

Abordar el acoso implica acompañar a esos adolescentes, estar allí para dar testimonio, como adultos, de lo que para cada uno supuso ese delicado tránsito, de las dificultades y también de las “soluciones” que cada madre, padre o docente tuvieron que inventar.

Estar allí es abrir los ojos y para ello proponemos varias recomendaciones:

Siete acciones imprescindibles

1. Que haya una detección precoz. Los padres deben estar atentos a lo que dicen y a lo que sufren muchas veces en silencio (soledad, insomnio, tristeza, temores, dolores de cabeza o barriga)

2. Que la escuela se implique con respuestas punitivas (necesarias en ocasiones para frenar el acoso) pero sobre todo procurando la empatía entre los alumnos, ayudarles a pensar cómo se debe sentir el chico/a que recibe ese trato de rechazo, hostigamiento, aislamiento y a tomar posición uno por uno sin sucumbir a la presión del grupo.

3. Ocuparse del acosador también, darle la oportunidad para aprender de lo ocurrido.

4. A través de la implicación de las AMPAS movilizar a los otros padresante el acoso.

5. El cambio de centro -a veces necesario- debe contar con la víctima para que salga más reforzado reconociendo lo que ha vivido y las acciones para apoyarlo.

Abordar el acoso implica acompañar para dar testimonio, como adultos, de lo que cada uno tuvo que inventar

6. La complicidad entre familia y escuela. Contrariamente, la descalificación entre adultos (padres contra profesores y viceversa) es la mejor garantía de fracaso en el abordaje del conflicto entre los hijos/alumnos.

7. Los programas de mejora de la convivencia escolar favorecen la participación y corresponsabilidad de todos. Permiten que cada adolescente encuentre su lugar sin tener que recurrir al chivo expiatorio de la víctima del acoso.


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